Me hace muy feliz rastrear
como un indio de western las huellas de pisadas ajenas.
Ellos, que se comportan
como forajidos, huyen de sol a sol,
Sin descanso, sin que siquiera
el ocaso les conceda tregua, aferrándose tal vez
A la esperanza de que en
el cazador sus pecados, tras innumerables peripecias,
Encuentren al fin un
atisbo de comprensión, un instante de misericordia;
Yo, que me he vendido al
hombre blanco por un catre entre las filas de sus ejércitos
Y la vaga promesa de que
algún día vestiré sus ropas y me confundiré con él,
Doy lentamente a mi presa caza,
insobornable al desaliento y a la compasión,
Y sin embargo conmovido
por la ignorancia de que todo el esfuerzo
Con que confunden y ocultan
una y otra vez su rastro
Es tan inútil como vieja la
voz con que me maldicen desde ultratumba.
Cabalgad, cabalgad jinetes
al hogar, pues en vosotros tiempo ha hallé yo ya el mío.
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