Cisne rabioso que quiebras el mundo

al arduo temblor de su ciega alba

y en el cielo herida haces con alas

que desafían del sol forzar su curso,

la guerra traes al corazón confuso

que insomne y sin rival merodeaba,

a tu paso se tuercen las miradas

y, altanero, en su yermo abres surco.

Vida preñada de puérpera muerte,

forma o numen que en éxtasis rabias, 

ávida ave de insatisfechas sedes,

si tu vuelo el día y la noche amparan

solo a su geometría el sentido deben,

razón de amor que lo real instaura.

Extranjero eres, amor, a destiempo

en la ausencia que te da sentido,

de palabras e imágenes cautivo

que mejor harían en callar su duelo.

Por ellas, sin embargo, el encuentro

es posible con tus besos esquivos,

fingir que alguna vez he sentido

el calor de tu piel entre mis dedos.

Antes de conocerte a otras quise

como a ti aún no te he querido,

pero nada lamento de lo que hice

y nada lamento de lo que he dicho:

de sus pechos y caderas fui cisne

que anunciaba su fin y tu principio.

Retorno a la infancia perdida

en salas de hospital deshabitadas,

espacios que la luz abandonara

al vértigo de pasillos y esquinas;

y a la casa retorno de mis días

ladrones de noches sin palabras,

por quimeras y fantasmas poblada

que en delirios ahogaban la vida.

A todo esto he vuelto de nuevo,

prófugo de su memoria y tiranía, 

como se vuelve a un hábito viejo,

hábito que del pasado hace herida

abierta a la ausencia y al duelo,

y que a ti, sin yo quererlo, castiga.

a mi girafa danzarina

¿de dónde, peregrina, tu memoria

la ensortijada noche deshace

y de su enredo una trenza hace

que da relato y forma a mis horas?

¿de dónde, vagabunda, la aurora

en tus ojos te precede y me nace,

enigma que a la sombra combate

con suave gesto, sutileza honda?

las preguntas sobre ti no resuelves

y otras devuelves como respuesta

que de mi agraz su sazón requieren,

pero si alguna promesa en la tierra

hay de que ahora tu errar refrenes,

sorda a su voz huye de la mía presa.

perfecta no eres

solo la muerte es perfecta

si es que no deja un deseo truncado

vivamos, pues, a conciencia

y del deseo imperfección hagamos

nuestro presente

me he equivocado tantas veces de tantas maneras…

la lluvia ya no me conoce,

ni las raíces toleran mi paso.

ultraje tras ultraje hiero la noche,

soy el ángel que en su omnisciencia lo desconoce todo…

amor, de tus ojos me nace la vida,

pero quebrado estoy

y nada nuevo aprendo de su perenne maternidad

amor, eres la ceniza de los sueños,

toda realidad eres

excepto la que que no sé reír ni cómo llorar

esa está muerta ya en mis manos

porque solo darle un nombre sé

tú, en cambio, la vida das a las cosas

y nada te es ajeno

si un día en mi caída rehiciera a antojo el mundo,

lo haría solo de ti

para que fuera perfecto y no diera lugar a tanto error

yo, el ángel ausente, el dios ausente,

el que de ruina en ruina

deja un rastro de dolor y añoranza sin fin…

colmado de esperanza, aunque nunca nunca lo sabré

mise en abyme

me parece que estabas hermosa

bajo aquella lluvia de diciembre,

pero también te recuerdo ausente

bajo la lluvia que nada perdona.

¿qué otros ojos me dejaban a solas

con los tuyos que miraban sin verme?

¿qué otros ojos hacían del presente

un despojo de ajenas memorias?

a esa lluvia muchas han seguido,

y a tu ausencia alguna tan amarga

que de aquella empaña el sentido,

pero a veces regresa y me atrapa   

la hermosura de tus ojos esquivos,

y soy yo el que entonces cae en falta.