lunes, 14 de julio de 2008

confesión

que soy una pura intuición de espaldas al tiempo
y urdo y quiebro indolente
en mi ausencia rasa de certidumbre
deseo y voluntad y verbo

las cuatro patas de la cama
con más vidas que un gato

excepto una
pero el amor no ecuaciona
no nos llena los bolsillos ni la panza
no nos entretiene (o tal vez sí) ni nos mata (o tal vez)
ni se dice siquiera amor
ni se dice de ninguna otra manera

solo vuelve
con cada noche de insomnio
con cada asfixia sin esperanza vuelve

es un fenómeno

como el del granizo en verano
o el de las aves en sus migraciones eternas

(vuelve para mí (para quién más))

cayendo y huyendo y arrastrándose
mirándome fijamente desde su pobreza
solicitándome asombrándome
a mí que lo ignoro todo y podría (tan fácil)
ignorarlo a él

pues qué soledad la del ángel esquivo
la del dios aristotélico tan pagado de sí mismo
que deja que el sol le queme y ciegue
en las playas de su piel ignota

en el nombrar vano de los días
en este nombrar mío

y no quede ni el surco del arado
ni antes ni después quede
ni el silencio culpable de los descartes
y toda posibilidad que se lamenta algún día

(un día para el olvido)

que soy un verbo descoyuntado tratando de imponerse
al temblor de tus dedos sobre sus heridas

(con versos con encrucijadas con enigmas)

como si pudiera fingirte y luego
hacer como si nada

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